“Así ella bailaba y él la veía,

y a cada uno en su misión el tiempo no les transcurría”

Bulerías

 

Todo se desvaneció a su alrededor,

como si el universo entero fuera sólo para ellos.

 

Lo intenso de la música les ordenó levantarse, ella se vió sencillamente bella en su traje de gitana, él, simplemente le ofreció el brazo y la acomapañó al centro del tablao, que ya los esperaba; Después de una mutua y suave reverencia, sin perder una fracción de su mirada, el se retiró unos pasos, no mucho, para poder contemplar sus pupilas.

 

Ella se quedó inmóvil un momento y sin solicitar permiso a nadie (pues para bailar nunca lo ha necesitado), estremeció su cuerpo al ritmo de su corazón, que era el que escuchaba la música. Nadie necesitaba decirle la mision que su pecho sabía desde pequeña.

 

El nunca supo su mision en esta vida hasta que sus ojos y los de ella intercambiaron miradas. Esos ojos le ordenaron quedarse quieto y mirarla.

 

La guitarra sonó más intensa y ella nunca fué mas precisa en sus movimientos, hizo alarde de inocencia, fuerza y belleza.

 

Fué así como ocurrió todo.

 

El supo entonces que su mision no era sólo verla bailar, si no también vibrar por dentro y enamorarse a cada melodía.

 

“Y así ella bailaba y el la veía, y a cada uno en su misión el tiempo no les transcurría”